El aire fresco del C3 Rooftop este 25 de octubre se mezclaba con la electricidad de una noche que prometía mucho más que música. Desde temprano, la terraza se llenó de rostros expectantes: viejos amigos reencontrándose, playeras desgastadas con logos de bandas y miradas que sabían que algo especial estaba por suceder. Era una noche para recordar, para gritar, para volver a sentir lo que el punk y el rock alguna vez nos hicieron sentir por primera vez.
El arranque fue puro desahogo. Flores y Fuego, con Melisa al frente, irrumpió como una llamarada en medio del viento. Su hardcore punk —afilado, honesto, sin concesiones— hizo vibrar cada rincón del lugar.
Las letras, llenas de rabia y reflexión, se mezclaban con los gritos de una audiencia que entendía el mensaje: la música no solo se escucha, se vive, se sangra.
La banda local demostró por qué es una de las voces más potentes del resurgir tapatío. Melisa no solo cantó; convirtió el escenario en un manifiesto de resistencia. Y así, la noche ya estaba ardiendo antes de que el fuego principal llegara.

Cuando el reloj marcó las nueve de la noche, Aurum apareció entre luces doradas y una ovación que parecía venir de otro tiempo. Tano Altamirano, con esa voz que se ha vuelto refugio para tantos, saludó al público como quien regresa a casa después de años en el camino. Desde los primeros acordes de “Fuego Abierto”, el ambiente se transformó: todos los que alguna vez descubrieron a Aurum en MySpace, los que crecieron con Atlántica o Fantasmas, estaban ahí, reviviendo recuerdos a través de cada nota.
El setlist fue una montaña rusa emocional: “Alarma de alma”, “Nébulas”, “Donde duerme el sol”, y “La suerte es así” resonaron como himnos generacionales. Cada canción era un pedazo de historia compartida entre banda y público. Hubo saltos, hubo lágrimas, y también sonrisas cómplices. Tano, siempre cercano, agradeció el cariño de los asistentes con esa mezcla de humildad y energía que lo caracteriza.
El cierre con “Te voy a perder” fue un momento casi espiritual: cientos de voces unidas en un solo canto que parecía querer detener el tiempo. Por unos minutos, Guadalajara fue un eco de juventud, memoria y fuego.

Pasadas las 10:30, la energía cambió de tono pero no de intensidad. Tungas, la banda originaria de la Ciudad de México, subió al escenario con la fuerza de quienes llevan veinte años haciendo del punk un acto de honestidad. Desde el primer golpe de batería, el C3 se transformó en un coro colectivo. Sin importar si conocías las letras o no, era imposible no contagiarse de la emoción.
Aldo, Javo y Conra tocaron con esa mezcla de furia y ternura que define al punk rock de corazón: canciones que hablan de amistad, de no rendirse, de crecer sin perder la esencia.
Entre risas, sudor y abrazos, Tungas recordó que la victoria más grande es seguir tocando juntos, y que el punk, más que un género, es una familia extendida por todo el país.
Al final, cuando las luces comenzaron a bajar y el público seguía cantando, una sensación quedó flotando en el aire: la llama sigue viva.

Guadalajara fue testigo de una reunión entre tres generaciones de fuego: Flores y Fuego, con su grito joven y feroz; Aurum, con su melancolía luminosa; y Tungas, con la convicción inquebrantable de que el punk aún tiene mucho por decir.
El Tour Fuego Abierto hizo honor a su nombre: encendió emociones, encendió recuerdos, encendió corazones.
Y cuando todo terminó, mientras la ciudad seguía vibrando bajo el cielo nocturno, fue imposible no pensar que algunas noches —como esta— no se apagan nunca.














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