Texto por: Kinnereth González
Fotos por: Diego López
La noche del sábado 12 de abril quedará grabada en la memoria de los verdaderos amantes del rock alternativo y el blues cuando la banda islandesa Kaleo, se apoderó del escenario del Auditorio Telmex en Guadalajara, Jalisco. Aunque la asistencia fue baja, eso no impidió que el recinto vibrara con una energía poderosa, alimentada por un público entregado que, incapaz de mantenerse sentado, se puso de pie para bailar, corear y aclamar a los músicos con entusiasmo imparable.
Formada en 2012 en Mosfellsbær, Islandia, Kaleo se ha ganado un lugar especial en la escena internacional gracias a su distintiva mezcla de blues, folk, rock y soul, marcada por la inconfundible voz rasposa y emocional de su líder, Jökull Júlíusson (JJ). Con tres álbumes de estudio a la fecha –Kaleo (2013), A/B (2016) y Surface Sounds (2021)–, la banda ha escalado rápidamente gracias a éxitos como “Way Down We Go” y “No Good”, llevándolos a presentarse en algunos de los festivales más importantes del mundo. Esta es la primera vez que traen un show completo a Guadalajara.

El evento arrancó con una grata sorpresa: Ginger and the Peppers, banda originaria de São Paulo, Brasil. Con una presencia escénica arrolladora y una front woman que canaliza la esencia más cruda del rock and roll, la agrupación dejó una huella imborrable en los presentes. Su energía, carisma y autenticidad fueron un regalo inesperado que preparó el terreno para lo que sería una noche mágica.
A las 10 pm en punto, las luces se atenuaron y Kaleo apareció entre ovaciones. Lo que siguió fue un despliegue absoluto de talento, humildad y conexión humana. El baterista marcaba el ritmo con precisión quirúrgica y una energía descomunal, mientras el guitarrista y bajista tejían capas sonoras con una intensidad hipnótica entre riffs y solos deslumbrantes. Sin embargo, uno de los momentos más sublimes de la noche vino cortesía del multi instrumentista especializado en armónica y guitarra pedal steel Þorleifur Gaukur Davíðsson, quien robó el clamor y aplausos con unos solos de armónica que literalmente estremecieron al público.
El vocalista JJ no solo ofreció una interpretación impecable, sino que también se comunicó en inglés y algunas frases en español, lo que generó una cercanía especial con los asistentes. Cada canción fue un viaje emocional, desde los pasajes más introspectivos hasta los riffs más viscerales. La fusión de sonidos que propone Kaleo en vivo es simplemente espectacular: una experiencia que sacude cuerpo y alma.

Cuando las luces se apagaron tras el último acorde, el recinto se llenó de voces coreaban al unísono, exigiendo más. “¡Otra! ¡Otra!” mientras palmas, silbidos y gritos inundaban el lugar. La banda islandesa Kaleo apenas había abandonado el escenario cuando el clamor del público tapatío los hizo volver. Y no regresaron con las manos vacías: sorprendieron a todos al interpretar un par de canciones inéditas, un adelanto exclusivo de su próximo disco, que levantó aún más los ánimos entre los asistentes.
En ese momento, JJ Julius Son, vocalista del grupo, se presentó con un sombrero de charro que desató una ovación instantánea. Ya durante el concierto había mostrado su conexión con el país al portar una sencilla camiseta blanca con la frase “Hey Gringo”, un guiño directo a su canción del mismo nombre que hace alusión a México y su espíritu.
La emoción llegó a un punto cautivador cuando, al final del encore, una decena de fans se lanzó hacia el límite entre las butacas y el escenario. Con brazos extendidos, imploraban por cualquier recuerdo del concierto: púas, baquetas, el setlist. La seguridad logró contener el entusiasmo, mientras los miembros de Kaleo, con sonrisas cómplices, comenzaron a lanzar púas, flores blancas y otros pequeños souvenirs. Cada objeto lanzado era recibido como un tesoro.

La despedida fue cálida, con infinitos agradecimientos desde el escenario y una promesa tácita de volver pronto. Pese a la modesta asistencia, la banda se entregó por completo, demostrando profesionalismo y cariño por su audiencia. Lo que pudo haber sido una noche discreta se transformó en un show íntimo donde cada mirada, cada nota y cada aplauso se sintieron personales.
Kaleo no solo dio un concierto: nos ofreció un ritual sonoro, una noche de conexión real en tiempos de superficialidad. Y aunque el Auditorio Telmex no estuvo lleno, los corazones de los presentes sí lo estuvieron.
Esperamos verlos pronto de regreso en tierras tapatías… esta vez, con un lleno merecido.

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