Texto por: Ariel Pukacz
Imágenes por: Desireé Ramírez
Una vez más, pese a los artistas que se bajan, el Nrmal logra quedar bien parado con una selección de artistas sumamente cuidada. Desde la electrónica al no wave, pasando por el post rock, la psicodélica y el indie rock.
Una vez más el Festival Nrmal se encontró lleno de sorpresas. La primera e inevitable a mencionar no fue demasiado agradable, a un día del evento Flying Lotus suspendió su presentación sin aclaración aparente. Este hecho pareció desmoronar la expectativa de gran parte de los asistentes, quienes ya habían tenido un mal trago el año anterior, cuando John Maus canceló en el mismo día. Sin embargo el festival se pudo llevar adelante con un line up muy interesante.
La apertura fue temprano, con Fumata, una elección algo particular pero que encendió el clima como un shock de cafeína: Stoner de primera línea made in México. Tras esta apertura a sólida y extrema se dio paso a Jackie Mendoza, con una lectura sensible del pop desde una perspectiva atmosférica, algo de trip hop y guitarras acústicas.
Belafonte Sensacional demostró seguir teniendo lo que decir, con su gran cantidad de músicos, precisos sobre ideas pop.
Mientras que el ecuatoriano Mateo Kingman mostró su versión del sonido amazónico mezclado con electrónica, como digno partícipe de la escudería de ZZK Records y su sello hermano AYA, en plena sintonía con proyectos como Chancha Via Circuito: una fresca ola de nuevas generaciones interesadas en recuperar sonidos autóctonos de una manera fresca y novedosa, lejos de la tradición pura.
Wand vino a elevar la balanza hacia un sonido más denso, no necesariamente pesado pero si con una delicada intención psicodélica mezclada con indie. Los angelinos dejaron su rock con clara herencia a Pavement de una forma sumamente prolija y concisa.
Para bajar un poco el clima, BEA1991 dejó una especie de slow core con ryhtm and blues y algunas texturas que rememoran al shoegaze. Un buen punto más atmosférico que funcionó como ente mediador entre las bandas previas y las que vendrían. Demostró que la curaduría del festival sigue siendo coherente.
Sea And The Cake, la superbanda de Chicago, conformada por integrantes de Tortoise, Shrimp Boat y The Coctails, dio un concierto algo estático, a media marcha. Su presencia escénica dio que desear, parecían demasiado introvertidos en su instrumentación y en replicar las intenciones de las grabaciones de estudio, a diferencia, por ejemplo, del nervio rockero que Tortoise entrega en vivo incorporando incluso instrumentos algo ajenso al rock como el vibráfono y la slide guitar.
Por otro lado Olaf Bender, conocido como Byetone, comenzó su tocada con una ola de ruidos, cercano a Merzbow o Alva Noto (con quien ha tenido colaboraciones). Desde la ambientación beatless fue llevando a la audiencia por climas atmosféricos que de a poco fueron incorporando rítmicas entrecortadas que se acoplaban y camuflaban con capas de ruido, para terminar en formas concretas de sonido que permitieron al público pasar de la quietud al baile de una manera sumamente orgánica. Las visuales fueron un elemento decisivo que complementa su vivo, mientras de a poco iba bajando el sol y la noche se aparecía para dar lugar a unas leyendas, Bush Tetras.
El grupo neoyorquino de la escena No Wave, fundada a fines de los setenta por un puñado de agrupaciones más cercanas al arte sonoro que al punk, dio una lección justamente de como atravesar los años con dignidad y demostrarse más frescas que incluso en sus días de gloria desde un rock con mucho groove.
El grupo se encuentra en plena gira por sus cuarenta años de existencia. Cynthia Slay, su cantante se apareció en escena con una remera del club Max’s Kansas City, hogar del punk de la gran manzana junto al CBGB’s. Su presencia escénica fue super enérgica, mientras que Pat Place, su guitarrista demostró la vitalidad de aquellos viejos rasgueos funk. Su nueva bajista Val Opielski supo llevar el tiempo de clásicos como “Too Many Creeps” y “Cowboys In Africa” a la par del baterista Dee Pop. Es así como Bush Tetras, perteneciendo a la vertiente del “mutant disco”, el ala más bailable de la No Wave, dio una clase integral de rock n roll para las nuevas generaciones que no paraban de bailar.
A esta altura de la noche Flying Lotus era tan sólo un mal recuerdo, la noche escénica fue cerrada por la Argentina Juana Molina. Su concierto evidenció su capacidad en todo su esplendor, como compositora, cantante e intérprete. Su relación con el público hizo que fuera el final perfecto para una noche que parecía que no iba a terminar de la mejor manera, pero que fue festejada con gritos de aprecio hacia la compositora, pidiendo más canciones, pero el tiempo es tirano.
Luego fue el turno de Ruiseñor, en una carpa anexa, que pasó música durante un par de horas. Funcionó más como una excusa para queines todavía no quería irse y deseaban continuar la experiencia del evento un rato más, platicar sobre las bandas que habían visto, tomar otra cerveza y procesar otro año más de festival.
Coméntanos y califica abajo ¿Que te pareció la edición 2020 de NRMAL en el Deportivo Lomas Altas?
- El Line Up fue magistral pese a la ausencia de Flying Lotus.
- El clima acompañó al evento.
- La espera de un concierto al otro fue absolutamente mínima.
- Los baños no fueron suficientes.
- Las opciones de merchandising fueron limitadas.
- La asistencia no fue demasiado prometedora.