La noche del pasado jueves, el Rooftop del C3 Stage fue escenario de un ecléctico recital a cargo de un personaje libre de convencionalismos, que su nombre es, además, una referencia obligatoria si se desea ahondar en los tugurios de la escena subterránea española de finales de la década de los ochenta hasta lo que se está haciendo actualmente en aquel país ibérico: Javier Corcobado.
Esa noche, Corcobado llegó con intenciones de paliar con su música aquella ansiedad contenida en el público, en su mayoría personas mayores de treinta años, y esa efervescencia provocada por presenciar el show que estaba a punto de ofrecer el músico, después de que él mismo rememorara, previo al inicio del show, esa primera tocada en Guadalajara fechada 10 años atrás.
Ataviado elegantemente con un traje negro salió a escena el español acompañado por dos músicos multinstrumentistas que en todo momento respondieron a los requerimientos acústicos que soportarían durante toda la velada el canto de Corcobado. Al chico y a la chica se les podía observar, colocados detrás de Corcobado, hacerse cargo con soltura de la ejecución del sintetizador o de la guitarra lo mismo que de la percusión o del acordeón.
Los tres salieron de una puerta tomados de la mano y caminaron entre los asistentes hasta posicionarse cada uno en su respectivo sitio; lo que siguió a continuación y por el resto de la velada tuvo que ver sin duda con la oscuridad, el misticismo o lo mágico que suele brotar de manera espontánea de las presentaciones de Corcobado.
Puntuales empezaron a sonar temas de su último larga duración, Mujer y Victoria (2018), como “El extranjero y su cicatriz”, para luego ceder paso a la interpretación de temas más añejos en su vasta discografía como solista, así como también de la reunida durante su carrera gremial con bandas que lideró en su etapa con Corcobado y los Chatarreros de Sangre y Cielo, entre otros grupos de culto gestados hace un par de décadas en España.
La gente enardeció con la irreverencia de “Sangre de perro”, desprendida de Agrio Beso (1989); coreó “Les falta amor”; se enterneció con “Te estoy queriendo tanto”; se entregó ante “Carta al cielo”; se exaltó al compás de “Dientes de mezcal”; se identificó con el tema con el que hizo homenaje a José Alfredo Jiménez y hasta dio pie a la reflexión cuando Javier cantó los versos que componen esta pieza existencialista titulada “¿Por qué estoy tan triste?”
Faltaron más canciones de su última placa discográfica pero entendible fue que sería un recital donde se repasara toda su discografía y figura como artista, acertando y complaciendo a la mayoría del auditorio que atendió el llamado que hizo Javier Corcobado para ésta, su gira Primavera 2018. Nada mal para venir de una gira que contempla 10 presentaciones de la cuales ya ha cumplido 6, en todas jugando de visitante pero en todas, también conquistando y empatizando con la hinchada; ganándosela.
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